En el catálogo de cierta editorial evangélica encontramos, entre otros, los siguientes títulos:
Los veinticinco problemas más comunes en los negocios
La felicidad sexual en el matrimonio
Derribando los dioses que llevamos dentro
Estrategias para un matrimonio feliz
Suceden cosas fabulosas cuando oro
Lo que toda madre necesita
¿Ha sentido deseos de rendirse?
Estos títulos son típicos de distintos catálogos de libros que se publican en el mundo evangélico y que evidencian las tendencias y apetencias actuales en el pueblo de Dios.
Lejos están los tiempos en que se daba preponderancia a obras de teología, exposición bíblica y asuntos prácticos desde un punto de vista teocéntrico. El porcentaje de lectores en nuestros círculos es lastimosamente pequeño y, de estos, una gran mayoría parece decantarse por materiales que les ayuden a resolver sus problemas personales: desde la familia a los negocios.
Esto no es sino un reflejo en versión religiosa de la proliferación de libros de autoayuda que se está dando en el mundo secular. El hombre y la mujer del siglo XXI son eminentemente prácticos, y cuando piensan en adquirir un libro (si es que lo hacen) o se detienen ante un puesto de libros, sus preferencias se dirigen a esas obras (no muy voluminosas) que les ayuden a solucionar rápidamente las dificultades con que se enfrentan en su vida cotidiana.
Pero en esta sociedad de los instantáneo sigue habiendo cosas que requieren mucho más tiempo y esfuerzo del que nos quieren hacer creer: no se aprende un idioma en una semana; no se domina un instrumento musical en un mes, etc., etc. Y si esto es asi en el plano puramente material y humano, ¿qué no será en el espiritual y divino?
No se aprende a orar eficazmente siguiendo una fórmula que algún autor de éxito haya elucubrado. No se consigue un matrimonio feliz aplicando unas cuantas reglas, por sagaces que sean. Si así fuera, podemos estar seguros de que la Biblia sería un manual de soluciones instantáneas, en lugar de la clase de libro que es.
No, la Biblia no es un libro de autoayuda sino de ayuda de lo Alto. “De dónde vendrá mi socorro–pregunta el Salmista–. Mi socorro viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1-2) es la inspirada respuesta. Pero ese socorro no nos llega mediante las claves que nos ofrezca un método que produzca resultados fabulosos, sino en muchos casos mediante la meditación y el estudio profundo y continuado de las grandes verdades y principios que contiene el sagrado Libro.
Ese, querido lector, es el tipo de ayuda que te brindan nuestros libros. Léelos y medítalos, y verás cómo a la larga tu vida espiritual se enriquece, de manera que puedas decir con Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).
Cortesía de Editorial Peregrino. Derechos Reservados. Publicado con permiso.





