Jeff Pollard
Amados hermanos,
Todos saben que hay algo desesperadamente mal con los seres humanos. Todo el mundo. Desde los ateos hasta los fanáticos más religiosos, todos reconocen que “Se apartaron los impíos desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Sal. 58:3). Pero, ¿por qué cada tribu, pueblo y nación está atestado “de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Rom 1:29-31)? ¿Por qué las personas mienten, roban, engañan a sus esposas, mutilan, asesinan, destruyen bebés en el útero, trafican con niños, se adoran a sí mismos, adoran al diablo, destruyen sus cuerpos con drogas, alcohol o comida? Corriendo a lo largo de las edades de la experiencia humana hay ríos de sangre humana, derramados por casi cualquier razón que prende fuego al corazón de un hombre o una mujer. Cualesquiera que sean los grandes logros que la humanidad logre, ¿por qué nuestra historia incluye una historia interminable de maldad humana, destrucción, perversión, inmoralidad, caos? ¿Por qué somos así?
William Sykes (1861-1930) responde: “Toda persona que viene a este mundo es absolutamente indigente de la vida espiritual. Todas sus facultades son completamente depravadas y empleadas en oposición a Dios y su verdad”. Ahora, ¿de dónde sacó una visión tan negativa de la humanidad? Quizás Sykes creyó al profeta Jeremías: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). O tal vez le creyó al apóstol Pablo, quien escribió: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1). Nota: muerto en delitos y pecados. Muerto. No heridos, no débiles, no enfermos, no fallando, no limitados, muertos. O tal vez Sykes razonó que cuando Pablo dijo: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23), quiso decir que toda facultad de los descendientes de Adán necesitaba santificación; eso solo podría significar que el pecado ha permeado y contaminado todos los aspectos del mismo. Sykes pudo haber creído simplemente a Jesús, quien dijo: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios” (Mar. 7:21). Si realmente creemos en el testimonio de la Escritura, podemos llamar acertadamente nuestra visión de la depravada mente, voluntad y afectos la depravación radical: la raíz de los problemas de cada hombre y mujer es un corazón radicalmente depravado.
Pocos en nuestros días creen eso. Pocos predicadores en nuestra nación lo predican. Nacemos pecadores con cada facultad de nuestra constitución humana contaminada por el pecado, y nuestros corazones son un sumidero de corrupción y degradación. Eso rara vez está en los labios de los predicadores; en consecuencia, no se ejerce presión sobre los corazones de quienes los escuchan. Eso a menudo resulta en conversiones falsas. ¡Pero hay buenas noticias sobre el Salvador crucificado y resucitado, primero debemos entender nuestra condición. No podemos cambiarnos a nosotros mismos; otros no pueden cambiarnos; pero Dios Todopoderoso puede. Hace que las almas muertas vivan por medio de Jesucristo. ¡Oh, predicalo, pastores! ¡Créanlo, lectoes! ¡Proclamemos la vida eterna en Jesucristo a corazones radicalmente depravados en todo el mundo!
En el amor del Salvador,
Jeff Pollard
Cortesía de Chapel Library
En estos días Chapel Library ha publicado el Portavoz de la Gracia sobre el tema “La Depravación Radical”. En esta revista se encuentran los siguientes artículos:
Una mente depravada y corrupta – John Owen
La seguridad del cristiano – Arthur Pink
En Adán todos mueren – Thomas Reade