Austin Walker

Hace unos cuantos días, mi padre y yo hablábamos de la crisis actual, de lo que la había provocado y de sus consecuencias. Él sugirió algunas causas para el desagrado divino, y empezamos a añadir unas pocas más. Hablamos de la mano de Dios en todo esto, de nuestra incapacidad de verla y de responder a ella. Él escribió los pensamientos que se iban desarrollando en su mente, los analizamos varias veces, y este post por mi invitado Austin Walker es el resultado.

La pandemia causada por el coronavirus ha llevado al mundo tal como lo conocemos a una paralización casi total. La vida normal de hace unos meses es un recuerdo que se desvanece. El ajetreo de la ciudad y el ciclo de la vida, el zumbido del tráfico constante, empujar tu carro de la compra por un supermercado de pasillos llenos de gente son —por el momento— cosas del pasado. Vivo a tiro de piedra de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Gatwick. Lleva semanas en silencio.

¿Qué debemos hacer con esta pandemia? ¿Debería sorprendernos? ¿Es posible descubrir alguna razón para ello? El profeta Amós formula un pregunta pertinente a sus contemporáneos: «Si se toca la trompeta en la ciudad, ¿no temblará el pueblo? Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el Señor?» (Am 3:6). Oseas objeta a Israel, y le señala que el Señor tiene una queja contra ellos: «No hay fidelidad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Solo hay perjurio, mentira, asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia, y homicidios tras homicidios se suceden» (Os 4:1-2). Hoy existen algunos peligros en comparar la teocracia del Israel del Antiguo Testamento con cualquier nación. Sin embargo, en las Escrituras el vínculo entre las calamidades, la pecaminosidad humana y el juicio de Dios apenas se pueden negar.

Cristo advierte a sus discípulos respecto al «comienzo de dolores» (Mt 24:8), que precede su venida a juzgar al mundo. Entre esas aflicciones están las guerras y los rumores de guerras. Habló, asimismo, de «hambre, pestilencias y terremotos en diversos lugares» (Mt 24:7). En el momento en que escribo, la COVID-19 ha sido responsable de más de 32.000 muertes en el Reino Unido (el máximo de Europa) y se estima que son más de 250.000 a nivel mundial. Esto ha sumido a muchas familias en aflicción y pesar. En la misericordia del Dios, nuestro primer ministro superó la COVID-19. Fuimos librados de una crisis política además de la sanitaria. Durante unos cuantos días estuvo en peligro de perder su vida, y se hicieron planes de contingencia en caso de que él también fuera otra víctima. Vivimos en un tiempo de extraordinaria incertidumbre. Y muchos se preguntarán: «¿Por qué?».

Pero, ¿deberíamos sorprendernos de lo que estamos experimentando? ¿Acaso nuestra nación no ha dado la espalda sistemáticamente a la palabra de Dios? ¡Lo que nos debería asombrar es que Dios haya sido clemente y paciente con nosotros, porque no nos ha juzgado con mayor severidad y celeridad; deberíamos considerar cómo estamos viviendo y arrepentirnos de nuestros pecados. La Biblia nos señala que estos juicios temporales son advertencias que Dios nos hace en su gracia, y precursores del regreso de Cristo para juzgar al mundo. A pesar de todo, Él es misericordioso. Cuando Pedro escribe en el contexto del juicio del diluvio en la época de Noé, les recuerda a sus lectores que «El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 P 3:9).

Reflexione por un momento en lo que ha sucedido en nuestra nación en los setenta años, aproximadamente, transcurridos desde la Segunda Guerra Mundial. Los años de la austeridad de la postguerra fueron seguidos por el advenimiento de la «sociedad permisiva», en la década de 1960. Este se asoció popularmente con el descubrimiento, por parte de la generación más joven, del sexo, las drogas y el rock and roll. No había un solo acontecimiento que marcara el principio de estos cambios, aunque muchos comentaristas de la época apuntan al juicio de Penguin Books, en 1960, por publicar una versión sin censura de la novela Lady Chatterley’s Lover [El amante de Lady Chatterley]. Sin duda se produjo un marcado cambio en las actitudes sociales y en la conducta a partir de ese momento, que ha seguido hasta el día de hoy.

Consideremos algunos de esos cambios. El nombre de Dios se blasfema una y otra vez en público, en los programas de televisión, en las calles, en las oficinas y en las escuelas. La pena capital se abolió por fin en el Reino Unido en 1969. Apenas habla ya nadie de ella. El asesinato en masa de millares de bebés nonatos fue aprobado por ley en 1967, y algunos hacen ahora campaña en favor de abortar hasta el momento mismo del nacimiento. Hay quienes quieren cambiar la ley para fomentar la eutanasia y hacen que la ley permita el suicidio asistido. Se fomenta la homosexualidad por todas partes, junto con el “matrimonio” de personas de un mismo sexo y las uniones civiles. Se está sembrando gran confusión en la mente de las personas ya que se rechaza nuestra identidad recibida de Dios como hombre o mujer. La dignidad del matrimonio y la vida de la familia se han venido erosionando constantemente, y se pone a nuestra disposición un divorcio fácil por si las cosas no van bien. ¡No es de sorprender que millares de personas escojan simplemente vivir juntas! El abuso sexual y la pornografía florecen. Se profana el día del Señor y, con frecuencia, se llena de visitas a las tiendas, y hasta se etiqueta como “Superdomingo” con actividades deportivas a gran escala. Se promociona el pluralismo en la religión para que el cristianismo se considere tan solo como una opción más, no muy popular ni aceptada tampoco. El discurso libre está constantemente bajo amenaza. Se diría que el materialismo y la secularización han ganado los corazones de nuestra nación.

Tristemente, entre los que se autodenominan cristianos ha habido ejemplos de abuso sexual de niños, la aprobación del “matrimonio” del mismo sexo, la promoción de un programa feminista y ataques a cada doctrina enseñada en las Escrituras. La urgencia por modernizar y cambiar ha transformado la “adoración” en muchas iglesias; celebrar un solo culto el domingo es lo habitual.

La lista hace que la lectura dé miedo. La ley de Dios resumida en los Diez Mandamientos es pisoteada a diario en nuestra tierra por toda clase de personas. No nos supondría un gran esfuerzo identificar lo que se ha descrito como hundir en el polvo todos los mandamientos divinos. ¿Acaso Dios contempla todo esto y sonríe complacido? Lo que hemos descrito es maldad, impiedad y falta de rectitud. El pecado es maldad. El hecho es que existe poco o ningún conocimiento de Dios en nuestro país. En su lugar, «la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad» (Ro 1:18). No deberíamos sorprendernos en absoluto. Lo que estamos experimentando hoy son los juicios de advertencia de Dios tras años de volverle la espalda a sus leyes. Muy pocos estarán dispuestos a escuchar esta conclusión.

Los que nos dirigen en esta crisis parecen ignorar por completo lo que hemos estado describiendo. Existe la suposición de que nosotros, como seres humanos, con toda nuestra tan jactanciosa sabiduría, podemos hacer que nuestra tecnología y nuestro entendimiento médico manejen, en última instancia, esta crisis a pesar de los temores y las aflicciones que produce así como la ruina económica que se desarrolla ante nuestros ojos.

Damos gracias por todos los trabajadores del Sistema Nacional de Salud, algunos de los cuales han perdido la vida cuidando a pacientes con COVID-19. Estamos agradecidos a aquellos que tienen aptitudes médicas. Nuestro agradecimiento a aquellos que, por ejemplo, están ahora esforzándose al máximo para encontrar una vacuna que salve muchos más millares de vidas. Nuestro corazones están llenos de compasión por quienes han perdido a seres queridos. Muchos están solos y sufren en silencio, apartados de otros en sus hogares, en cuarentena o en el hospital. Seguimos rogando al Padre de misericordias y al Dios de todo consuelo, como única ayuda cierta en este tiempo de necesidad para nosotros.

¿No es momento de buscar el rostro de Dios y pedirle que, en su gran misericordia, alivie nuestras aflicciones? ¿No es hora de humillarnos delante del Dios del cielo y de la tierra, y confesar nuestros pecados como nación? Daniel, Esdras y Nehemías fueron grandes hombres de oración. Cada uno de ellos fueron afectados por los juicios de Dios y sus consecuencias. Sin embargo, en aquellas épocas de juicio divino, clamaron al Señor y confesaron los pecados de su nación contra Dios, y descubrieron que era misericordioso, incluso cuando esto era lo opuesto a lo que merecían.

La verdadera iglesia de Cristo debería mostrar el camino. Estos tres santos del Antiguo Testamento sirven de patrón para las oraciones del pueblo de Dios en la crisis presente. Algunos hablan de la posibilidad de un avivamiento, pero sin duda no ocurrirá hasta que se confiesen delante de Dios estos y otros muchos pecados. Él acabará trayendo al mundo entero a juicio. El Señor Jesús nos advierte que «como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre» (Mt 24:37-39). En su gran amor, Dios envió a su Hijo, el Señor Jesucristo, a este mundo. No merecíamos menos que la condenación. Por su muerte en la cruz en el lugar de los pecadores, Cristo hace expiación por el pecado y aparta la ira de Dios que merecemos. El arrepentimiento y el perdón de los pecados se proclaman solo en su nombre: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna». Creer en Cristo significará ser humillado, reconociendo y arrepintiéndonos de nuestros pecados y nuestro orgullo, y depositar nuestra confianza para la salvación solo en Él.

¿Marcará la pauta la verdadera iglesia de Cristo? Existe un gran peligro de caer en la forma de pensar que caracteriza a nuestra nación. Sin embargo, nuestra respuesta debe ser dirigida por la palabra de Dios y, en particular, por el piadoso ejemplo de hombres como Daniel, Esdras y Nehemías. Daniel suplicó las mayores misericordias de Dios: «Y volví mi rostro a Dios el Señor para buscarlo en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza. buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Oré al Señor mi Dios e hice confesión… Pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de Ti, sino por Tu gran compasión» (Dn 9:3-19). Al leer toda la oración vemos cómo Daniel se humilló delante de Dios. Clamó con sinceridad: «Hemos pecado, hemos sido malos» (Dn 9:15). La verdad es que, definitivamente, no somos nosotros quienes tenemos el control de nuestras vidas ni el poder, ni la sabiduría que tantos creen poseer. Dios ama al quebrantado de espíritu, al de corazón contrito, a aquel cuyo corazón presta oído a su palabra en lugar de menospreciarla y, así, se echa en brazos de un Dios misericordioso.

A Daniel no le sorprendían los juicios que cayeron sobre su nación. Lo más asombroso fue la misericordia que Dios mostró hacia aquellos que se humillan y vuelven su rostro a Él, que le hicieron peticiones urgentes y sinceras mediante ruegos y súplicas. ¿Ha cambiado Dios? ¿Acaso no se volverá a mostrar clemente con nuestra generación si buscamos su rostro? ¿Te sorprendería esto?

Usado con permiso.

Artículos Recientes

  • All Post
  • A.A. Hodge
  • Abraham Kuyper
  • Alan Dunn
  • Albert Mohler
  • Albert N. Martin
  • Andrés Gutiérrez
  • Anna Timmer
  • Apuntes literarios
  • Ariel Rodríguez Díaz
  • Arnold Dallimore
  • Arthur Bennett
  • Arthur W. Pink
  • Ashton Oxenden
  • Austin Walker
  • B.B. Warfield
  • Bartel Elshout
  • Bonifacio Lozano
  • Brian Borgman
  • Brian Croft & Jim Savastio
  • Brian Edwards
  • Chapel Library
  • Charles Bridges
  • Charles H. Spurgeon
  • Christopher Doulos
  • Clifford Pond
  • D. Cánovas
  • D. Chanski
  • D. Scott Meadows
  • Daniel Chamberlin
  • Daniel E. Wray
  • David Clark
  • David Clarkson
  • David F. Wells
  • David Lipsy
  • David Martyn Lloyd-Jones
  • David Murray
  • David VanBrugge
  • Don Overbeek
  • Editorial Patmos
  • Editorial Peregrino
  • Edward Donnelly
  • Edward Pearse
  • Ejemplo de Pablo
  • Entierro
  • Entrevistas
  • Eric Moerdyk
  • Eugene Bradford
  • Eugenio Piñero
  • Evangelización
  • Exposición de la Confesión de Fe 1689
  • Familia
  • Felipe Melanchthon
  • Francisco Guzmán
  • Geoff Thomas
  • George Lawson
  • Gerald M. Bilkes
  • HMM
  • Idolatría
  • Instrucción Ministerial
  • Isaac Ambrose
  • J. Douglas MacMillan
  • J. Merle D’Aubigne
  • J.C. Ryle
  • J.G. Vos
  • J.L. Dagg
  • J.W. Alexander
  • Jack Schoeman
  • James B. Ramsey
  • James Billington
  • James Buchanan
  • James Smith
  • James W. Beeke
  • Jeff Pollard
  • Jeremy Walker
  • Jerome Zanchius
  • Jerry Bridges
  • Jesucristo
  • Jim Savastio
  • Joel Beeke
  • Joel Beeke & Michael A.G. Haykin
  • Joel Hamstra
  • John Angell James
  • John Angell James y Gardiner Spring
  • John Benton
  • John Crotts
  • John Flavel
  • John G. Paton
  • John Goudzwaard
  • John MacArthur
  • John Murray
  • John Owen
  • John Reuther
  • John S. C. Abbott
  • Jonathan Watson
  • Jorge E. Castañeda
  • José Grau
  • Joseph A. Pipa Jr.
  • Jóvenes
  • Juan Calvino
  • Loraine Boettner
  • Mark Kelderman
  • Mark Kelderman & Maarten Kuivenhoven
  • Mary Beeke
  • Matthew Henry
  • Meditaciones
  • Meditaciones Salmo 119
  • Michael Barrett
  • Michael Boland
  • Nicholas Byfield
  • Nick Needham
  • Noble Vater
  • Obadiah Sedgwick
  • Octavius Winslow
  • Oliver Heywood
  • P.A.E.G.
  • Pablo Cruz
  • Pastor
  • Paul Christianson
  • Peter Masters
  • Pieter VanderMeyden
  • Proverbios
  • Publicaciones Aquila
  • Puritanos
  • R.C. Sproul
  • Reflexiones
  • Revista Fundamentos
  • Richard Baxter
  • Richard Sibbes
  • Richard Steele
  • Robert G. Spinney
  • Robert Martin
  • Robin Compston
  • Ronald Dunn
  • Ryan M. McGraw
  • Salmo 119
  • Salmos
  • Sam Waldron
  • Samuel Hopkins
  • Scott Aniol
  • Sermones selectos
  • Simonetta Carr
  • Sinclair B. Ferguson
  • Stephen Charnock
  • Temas
  • Temor de Dios
  • Teología Para Vivir
  • The Banner of Sovereign Grace Truth
  • The Christian Institute
  • Thomas Boston
  • Thomas Brooks
  • Thomas Doolittle
  • Thomas Jacombe
  • Thomas Reade
  • Thomas Watson
  • Vejez
  • Víctor García
  • Vida cristiana
  • Vídeos breves
  • W. J. Seaton
  • Warren Peel
  • William Gurnall
  • William S. Plumer
  • William VanDoodewaard
    •   Back
    • Aborto
    • Adoración
    • Aflicción
    • Amistad
    • Amor
    • Aquí me planto
    • Arrepentimiento
    • Asuntos contemporáneos
    • Biografías
    • Citas
    • Consuelo
    • Contentamiento
    • Cosmovisión
    • Defensa de la fe
    • Doctrina
    • El Día del Señor
    • Gratitud
    • Halloween
    • Historia
    • Hombre
    • Humildad
    • Iglesia
    • Infierno
    • Internet
    • Legalismo
    • Ley
    • Matrimonio
    • Modestia cristiana
    • Mujer
    • Mundanalidad
    • Música
    • Noticias
    • Oración
    • Orientación pastoral
    • Pecado
    • Predicación
    • Salvación
    • Santidad
    • Teología
    • Trabajo
    • Tsunami

Temas

Autor