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¡Cayó, cayó la gran Babilonia!
Warren Peel
En un abrir y cerra de ojos, el mundo ha cambiado. La epidemia ha provocado que la economía global se derrumbe. El comercio y la industria han llegado a un punto muerto, a excepción de los productos básicos. Lo de la actividad de ocio omnipresente en el primer mundo —ir de compras— es cosa del pasado. Los almacenes están cerrados y las marcas de artículos del hogar arraigadas desde hace mucho tiempo se están yendo a pique. Antes se podía probar una cocina del mundo distinta cada noche del mes, pero ahora todos los restaurantes permanecen vacíos. Los musicales de Broadway y del West End están cancelados, el Carnegie Hall y el Royal Albert Hall guardan silencio. De bodas… ¡ni hablar!
Y lo especialmente destacable de todo esto es la velocidad a la que ha sucedido. Es como si todo hubiera ocurrido en una hora. Se diría que no ha transcurrido tiempo desde que disfrutábamos de la normalidad de la vida, y ahora el mundo entero está unido en un gran lamento colectivo por la pérdida de lo que era normal. Es el único tema de conversación en boca de todos, el único contenido de los noticiarios.
Podría parecer que estoy describiendo la crisis mundial del COVID que estamos viviendo, pero en realidad estoy resumiendo Apocalipsis 18, donde Juan ve el final del mundo. «¡Cayó, cayó la gran Babilonia!» (Ap 18:2). En la Biblia en general, y en Apocalipsis en particular, Babilonia representa al mundo contra Dios: la humanidad caída y pecaminosa. Por tanto, la caída de Babilonia es una forma simbólica de describir el fin del mundo.
Apocalipsis 18 se lee casi como un informativo sobre el fracaso de la civilización. Preste atención a algunos de los comunicados:
1. De Wall Street y de la Bolsa de Valores de Londres: «Los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra sus mercaderías:cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas, lino fino, púrpura, seda y escarlata; toda clase de maderas olorosas y todo objeto de marfil y todo objeto hecho de maderas preciosas, bronce, hierro, y mármol; y canela, especias aromáticas, incienso, perfume, mirra, vino, aceite de oliva; y flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos, carros, esclavos, y vidas humanas.“Y el fruto que tanto has anhelado se ha apartado de ti, y todas las cosas que eran lujosas y espléndidas se han alejado de ti, y nunca más las hallarán”. Los mercaderes de estas cosas que se enriquecieron a costa de ella, se pararán lejos a causa del temor de su tormento, llorando y lamentándose, y diciendo: “¡Ay, ay, la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, púrpura y escarlata, y adornada de oro, piedras preciosas y perlas!” (vv. 11-16).
2. Desde Hong Kong y Nueva York, y otras ciudades portuarias clave del mundo: «En una hora ha sido arrasada tanta riqueza. Todos los capitanes, pasajeros, y marineros, y todos los que viven del mar, se pararon a lo lejos,y al ver el humo de su incendio gritaban: “¿Qué ciudad es semejante a la gran ciudad?”.Y echaron polvo sobre sus cabezas, y llorando y lamentándose, gritaban: “¡Ay, ay, la gran ciudad en la cual todos los que tenían naves en el mar se enriquecieron a costa de sus riquezas!, porque en una hora ha sido asolada”.
3. Desde Broadway y el West End: «… El sonido de arpistas, de músicos, de flautistas, y de trompeteros no se oirá más en ti. Ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti. Ningún ruido de molino se oirá más en ti.Ninguna luz de la lámpara alumbrará más en ti. Tampoco la voz del novio y de la novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra…» (vv. 22-23).
4. La velocidad y lo repentino de la caída de Babilonia se enfatiza mediante la repetición (con alguna variante) de la misma frase: «En una hora ha llegado tu juicio» (vv. 8, 10, 17, 19).
5. No se deja nada a la imaginación de los lectores de Juan respecto a la causa de la desaparición de Babilonia: «Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades.Páguenle tal como ella ha pagado, y devuélvanle doble según sus obras. En la copa que ella ha preparado, preparen el doble para ella» (vv. 5-6, cp. vv. 3, 7-8).
6. El resultado final se describe en el v. 8: «Por eso, en un solodía, vendrán sus plagas: muerte, duelo, y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor Dios que la juzga es poderoso»
Es difícil pasar por alto los paralelos entre la crisis presente y el fin del mundo tal como lo describe Juan en este capítulo. Ahora bien, no estoy afirmando que esta pandemia actual vaya a provoca el fin del mundo (aunque tampoco estoy diciendo lo contrario). Sin embargo, estoy señalando que lo que estamos presenciando en estos momentos debería recordarnos el fin. Es como el preestreno del fin. Lo que estamos experimentando ahora mismo es, a pequeña escala, la versión de los juicios que Dios derramará en los últimos días. Las cosas están difíciles en muchos ámbitos ahora mismo; cuando llegue el fin serán terribles en todos los aspectos.
Esto encaja en un patrón que se desarrolla a lo largo del libro de Apocalipsis. Existen varias series de siete juicio que se desatan desde el cielo sobre la tierra: siete sellos, siete trompetas, siete copas. Cada una de ellas afecta a una proporción cada vez mayor del mundo. Los sellos afligen a una cuarta parte de la tierra (Ap 6), las trompetas a un tercio (Ap 8–9); en Apocalipsis 10:3-4 se menciona una serie de juicios anulados —los siete truenos— que, presumiblemente, habrían repercutido sobre la mitad de la tierra; a continuación, en Apocalipsis 16, la siete copas de la ira de Dios se vierten sobre la totalidad de la tierra.
En otras palabras, existe una intensificación del juicio conforme nos acercamos al final. Dios juzga continuamente al mundo (Sal 7:11; Ro 1:18), pero deberíamos esperar que ese juicio vaya en aumento a medida que nos aproximamos al regreso de Cristo. El Señor explicó esto mediante la imagen de los dolores de parto. Cuando se acerca el alumbramiento, las contracciones son más seguidas, más intensas, más dolorosas. Según nos acercamos más al regreso del Señor, sus juicios como los dolores de parto se hacen más frecuente, más intensos, más dolorosos.
El mensaje de esta crisis actual es claro. Habrá un final. La historia humana no va a girar en círculos. Llegue antes o después, vendrá de manera inevitable. Esta catástrofe global es el presagio más duro de ese día que la mayoría de nosotros haya experimentado durante su existencia, y es una misericordiosa advertencia de Dios que llama a las personas del mundo a arrepentirse y confiar en Cristo para que los salve mientras todavía sea posible.
Usado con permiso. Cortesía de Gentle Reformation.
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