Postrada está mi alma en el polvo;
vivifícame conforme a tu palabra (Sal. 119:25).

Unas de las evidencias que satisface a los cristianos sinceros acerca de la inspiración divina es su “luz y poder […] para confortar y levantar a los creyentes para salvación” (WLC 4). Cuando se entiende correctamente, la descripción bíblica de lo que significa conocer a Dios de una forma salvadora en la vida real, tener comunión con él y servirle, encaja exactamente con la experiencia de sus lectores en todas partes y en todo lugar. Nacemos de nuevo con una ilusión entusiasmada por nuestra nueva vida con Cristo, y luego sufrimos terriblemente cuando nuestras expectativas poco realistas no se cumplen. Esto nos conduce a menudo de regreso a las Escrituras y, para nuestra sorpresa, encontramos que nuestras propias experiencias no son extrañas, sino muy típicas, incluso en la vida de los santos más eminentes de los que se hace una crónica en el santo registro.

Una de las realidades más discordantes es que no podemos “estar en el séptimo cielo” todo el tiempo. En realidad, los tiempos más dulces de deleite para el alma de un cristiano son la excepción de la regla. Estos son raros destellos de las Montañas Deleitables y de la Ciudad Celestial que brindan consuelo al peregrino en su arduo viaje. Los creyentes de poco tiempo se imaginan equivocadamente que los santos maduros disfrutan de “la vida en un plano superior” de lo que lo hacen ellos mismos, aunque la diferencia es solo de grado y todos nos quedamos lamentablemente cortos en lo que a perfección se refiere.

Quizás esta inocente impresión errónea está fomentada por los más experimentados que son poco sinceros con los neófitos en lo relativo a su propia vida interior. Estas humillantes realidades rara vez llegan a formar parte de la letra de los himnos y canciones más populares de la iglesia, especialmente esas típicas canciones modernas que se han descrito como “happy-clappy [gozo y palmas]”. Esta omisión es especialmente evidente cuando se contrasta con la frecuencia de los piadosos lamentos que hallamos en el salterio.1

Los himnos excepcionales y relativamente escasos son destacados y especialmente apreciados. Por ejemplo, ¿no nos instruyó profundamente John Newton, autor de “Amazing Grace [Sublime Gracia]”, y nos confortó con su himno “I Asked the Lord2 [Le pregunté al Señor]”? En la letra admite que su petición de crecimiento espiritual fue contestada “de una manera que casi me lleva a la desesperación”, porque él había “esperado que en algún momento de favor contestara por fin mi petición” pero en vez de esto, Dios “me hizo sentir las maldades ocultas de mi corazón y dejó que los poderes enfurecidos del infierno asaltaran cada rincón de mi alma”. Y por si esto no fuese suficiente, Newton prosigue: “Ciertamente con Su propia mano pareció querer agravar mi aflicción, desbarató todos los proyectos justos que yo había planeado, marchitó mis calabazas [recuerde Jonás 4:6 ss.] y me abatió”. Todo esto es sorprendente y triste para los que tienen menos conocimiento y menos experiencia.

Un equivalente moderno, aunque debemos reconocer que menos poético y bello, pero no obstante muy apreciado, es esta pequeña canción conocida llamada “Grace by Which I Stand [Gracia por la cual estoy firme]:

Señor, los sentimientos ya no son los mismos
Creo que soy más mayor
Pienso que he cambiado
¡Y cuánto me habría gustado que alguien me hubiese explicado
Que mientras se va creciendo uno tiene que recordar
Que nada dura excepto la gracia de Dios
Por la que estoy firme en Jesús!

Señor, recuerdo esa forma especial
En la que prometí servirte cuando todo era nuevo
Pero igual que Pedro, no puede velar y orar
Una hora contigo y apuesto que podría negarte yo también

Sé que seguramente caería
Si no fuera por la gracia por la cual soy salvo.

La Biblia nos presenta a santos “con todos sus defectos”. De ello podemos aprender que, incluso un hombre tan justo como Job tuvo que sufrir pérdidas extremas, enfermedad y depresión; y que un campeón de la fe como Elías “era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras” (Stg. 5.11, 17).

En nuestro texto devocional de esta noche, el salmista es simultáneamente nuestro ejemplo y nuestra exhortación, un modelo y un incentivo de espiritualidad genuina.

Los verdaderos santos confiesan la muerte y suplican la vida de Dios

UN HUMILDE RECONOCIMIENTO

Solemos pensar típicamente que la palabra “alma” se refiere a la parte invisible del hombre y “cuerpo” a la visible, pero nephesh (heb. para alma) a menudo significa la totalidad de la persona, y éste puede ser el caso aquí. En este contexto, lleva una carga emocional mayor que si se utilizara el pronombre en primera persona. El salmista está hablando poéticamente. “Postrada está mi alma en el polvo”. La palabra que se usa en inglés (cleave) es una palabra muy interesante que puede significar partir en dos (por ej. meat cleaver = hacha de carnicero) o pegarse a algo; el segundo significado es el que se utiliza aquí.3 La palabra hebrea significa agarrarse a algo, aferrarse a un objeto.4 “Mi alma se pega al polvo” como se traduce en alguna versión. La referencia al polvo evoca el pensamiento de la muerte, a causa de la maldición original sobre el hombre por su pecado: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3:19). O el salmista tenía miedo literalmente a la inminente muerte física por medio de la persecución o de la enfermedad, o está hablando de manera gráfica acerca de su baja condición espiritual y psicológica, quizás a causa de las propias pruebas. Todavía estaba vivo en ambos sentidos, pero sentía que algún tipo de muerte se estaba acercando. Estaba andando “por el valle de sombra de muerte” (Sal. 23.4). Aunque no podernos tomar estas paráfrasis como buenas traducciones, son un comentario razonable sobre el texto:

“Mi vida está postrada en el polvo”.
“Estoy derrotado en el polvo”.
“Estoy a punto de morir”.
“Estoy completamente desanimado”.
“Me siento fatal, no podría sentirme peor”.

¡Esto es todo un reconocimiento por parte de alguien que era un líder espiritual en Israel! Confiesa su experiencia de una cierta muerte, quizás física y espiritual a la vez. El humilde reconocimiento de nuestra necesidad puede ser un precursor para recibir la gracia de Dios. “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Stg. 4.6).

No debería chocarnos como cristianos, incluso si nos encontramos a menudo en eta condición. Sea honesto consigo mismo, y confiéselo al Señor. Incluso podría usted ser capaz de animar a alguien que se mire en usted, simplemente admitiéndolo delante de esa persona.

UNA PETICIÓN ESPERANZADA

Afortunadamente esta confesión no representa la totalidad de la oración del salmista. Aunque su alma está postrada en el polvo, sus ojos se alzan ahora hacia los cielos. “Vivifícame conforme a tu palabra”. El verbo hebreo en esta forma gramatical significa mantener vivo, conservar la vida,5 como en Éxodo 1:22: “a toda hija la dejaréis con vida”.

El contexto revela su significado aquí, ya sea una muerte física, espiritual o ambas. El sentido es: líbrame de ser asesinado por mis persecutores, o guárdame de morir por mi enfermedad, o no dejes que me hunda espiritualmente hasta el punto de una apostasía total. Hay algunas traducciones razonables como “guarda mi vida” y “avívame”, eligiendo uno de estos dos sentidos.

Casi como todos los versículos del Salmo 119, las Escrituras juegan un papel indispensable en la experiencia espiritual, porque el salmista ora por la conservación de su vida “conforme a tu [de Dios] palabra”. Estoy de acuerdo con el puritano Matthew Pole

que interpreta esta frase, “conforme a tu promesa” (in. Loc.). Esto es un llamamiento a las promesas de Dios en el pacto del evangelio como base de su oración.

Con esto vemos que cuando cualquier manifestación de muerte nos amenaza, en cuerpo o alma, la oración con esperanza en Dios en base a Su Palabra es el medio comprobado para la preservación y el avivamiento. Y si la respuesta que deseamos es más para la gloria de Dios y para nuestro máximo beneficio, él nos lo concederá cuando haya llevado a cabo Su santo propósito en nuestro tiempo de sufrimiento. ¡Qué gran esperanza hay aquí!

Por naturaleza, el alma no se eleva al cielo: sin ayuda de lo alto, se arrastra en el lodo de la tierra. De ahí que la sabiduría de la oración constante para que la vida espiritual pueda extender sus alas para volar hacia arriba. Muchas promesas dan una perspectiva de éxito.6

Esta queja es el lenguaje del conflicto y de la humillación, no del desaliento. Observe como se lo transmite el creyente al Señor: “Heme aquí, postrado en el polvo, sin vida ni poder. ¡Oh mi Salvador, que “viniste para que yo pudiera tener vida, y para que la tuviera en abundancia”, vivifícame: insufla en mi tu propia vida, para que pueda levantarme del polvo y aferrarme a ti!” Este grito pidiendo gracia vivificante es el ejercicio de la fe. Tenemos un pacto para rogar. La fe es la mano que agarra la promesa, “conforme a tu palabra”. ¿Puede fallar esta palabra? “Hasta que pasen el cielo y la tierra no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde” de los compromisos de un Dios que guarda el pacto. “Fiel es el que ha prometido”. El hombre que agarra esta promesa es “un príncipe que tiene poder con Dios y que prevalece”.7

La vitalidad de nuestros cuerpos y almas está completamente en la mano de Dios, y Él nos insta a que clamemos a Él con fe para la bendición de nuestra vida. ¿Querría usted conocer un avivamiento genuino? Humíllese para lamentar su frialdad y su inercia espiritual delante del Señor, y suplíquele a Dios “que da vida a todas las cosas” (1 Tim. 6:13) que le restaure su salud espiritual y su vigor. Crea en Él para eso y lo tendrá como Él prometió (1 Jn. 5:14-16 a). Amén.

Notas:

1. Esto implica la necesidad y la excelencia de que los cristianos canten salmos hoy en día.
2. Trinity hymnal — Baptist edition, #732.
3. NOAD
4. DBLH #1815
5. DBLH 2649

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