D. Scott Meadows

En lo más hondo de nuestro ser todos queremos ser felices. Anhelamos la sensación de un profundo bienestar, la confianza de que, al final, todo saldrá bien aunque ahora tenga que sufrir.

Una de las principales cosas que nos hacen sentir infelices es el descontento. La falta de contentamiento es ese sentimiento persistente de que la hierba siempre parece más verde del otro lado, de que uno merece estar allí y de que, si pudiera cambiar su lugar por el de personas afortunadas, sería dichoso.

Pero todo esto no es más que una ilusión. Alguien dijo una vez que «la hierba solo está más verde, porque en aquel lugar hay más estiércol». No sé si a usted le ocurrirá, pero, en mi caso, darme cuenta de que la vida de los demás no está tan libre de problemas como pueda parecer me ayuda un poco. Sin embargo, y de esto estoy convencido: si usted no está satisfecho con el lugar donde está, no lo estaría en ningún otro, bajo ninguna circunstancia. Las Escrituras afirman, por ejemplo: «El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad» (Ec. 5:10).

El contentamiento no consiste en conseguir lo que uno quiere, sino en sentirse satisfecho con lo que ya tiene. Con él llega la felicidad, aunque uno esté enfermo, sea pobre o viva en cualquier otro tipo de situación desagradable. Sé que algunos de ustedes están atravesando un tiempo muy difícil aquí, pero creo de todo corazón en la posibilidad de que, al mismo tiempo, se puedan sentir satisfechos y felices.

Lo que ocurre es que el contentamiento no se adquiere con facilidad. Incluso aquellas personas que lo desean de verdad rara vez descubren cómo lograrlo y mantenerlo. Pero tengo buenas noticias para usted. Por la gracia de Dios, en mi propia alma conozco el contentamiento y sé cómo llega a la persona. Esta mañana voy a compartir con usted el secreto del contentamiento. Y lo llamo secreto, ¡porque son tan pocos los que lo experimentan de verdad y lo pueden explicar a los demás! Sin embargo, una vez se conoce esta verdad escondida, resulta fácil de recordar y se puede hacer algo al respecto.

Un hombre llamado Pablo escribió más libros del Nuevo Testamento bíblico que ningún otro. Tuvo que padecer muchos sufrimientos estando al servicio del Señor. De hecho, estaba en la cárcel cuando escribió estas palabras acerca del contentamiento:

11 No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil. 4:11-13).

Ahora, tomemos tan solo unos minutos para observar tres cosas sobre el contentamiento en estos versículos.

El contentamiento se aprende (v. 11)

Pablo escribió: «He aprendido a contentarme». Él era un cristiano devoto, pero, aun así, el contentamiento no era algo automático en él. De haberlo sido, no podría haber dicho que lo había aprendido. El versículo 12 añade lo siguiente: «He aprendido el secreto» del contentamiento.

Lo que Pablo expone aquí es que el contentamiento cristiano sigue siendo un misterio para los que están afuera, y solo quienes están adentro lo pueden aprender. En verdad, «el contentamiento es […] un silencioso secreto conocido y atesorado solo por unos cuantos». Pablo ha llegado a conocer el secreto del contentamiento durante un periodo de tiempo. Su aprendizaje formaba parte de su crecimiento espiritual y de su santificación. Para nosotros, la pregunta es: ¿Hemos aprendido el secreto? (R. K. Hughes).

Las aptitudes más importantes de la vida no llegan sin conocimiento y práctica. Montar en bicicleta, leer un libro, tocar un instrumento, educar a los niños. Nadie puede hacer ninguna de estas cosas bien la primera vez que lo intenta. Y así ocurre con el contentamiento. Todas las personas satisfechas comienzan con un poco de contentamiento al principio, y este va creciendo más y más a medida que Dios los ayuda.

El contentamiento no depende de las circunstancias (v. 12)

Escuche un poco más de lo que Pablo escribió: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación». Todos nos enfrentamos a las «vicisitudes de la vida» por así decirlo. La vida consta de altos y bajos, y, a veces, los bajos son muy bajos y duran un largo tiempo. Resulta fácil desalentarse. Pero también necesitamos contentamiento durante los altos. La salud y la prosperidad son otra gran prueba espiritual, porque nos tientan para que vivamos sin Dios, y esto sería un desastre.

Pablo hace hincapié en su continuo contentamiento mediante la mención de los extremos. «Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad». Su testimonio veraz demuestra que el contentamiento no depende de las circunstancias.

El contentamiento solo es posible por medio de Cristo (v. 13)

Esta es la verdad más importante que Pablo declara. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». En este contexto, ese «todo» que él tiene en mente es el contentamiento en toda situación. Ahora bien, ninguno de nosotros poseemos por naturaleza esta fuerza interna que se requiere para estar satisfecho en todo tipo de situaciones. Necesitamos gracia espiritual de parte del Señor Jesucristo. Esto viene de saber que Él es el único Señor y Salvador de todos nuestros pecados y no solo del descontento, de confiar en Él para perdonar nuestras transgresiones, renovar nuestro corazón y sostenernos en nuestra fe cristiana. Sin Cristo, la persona está condenada a permanecer durante toda la vida en su condición de culpable, infeliz y moralmente incapacitada. Solo el verdadero cristiano puede experimentar el contentamiento genuino del que Pablo escribió aquí, porque solo el cristiano verdadero tiene a Cristo viviendo en su interior.

Y el Cristo vivo es el Único que puede introducirnos en mayor profundidad en esa bendita experiencia del contentamiento, independientemente de que seamos ricos o pobres, que tengamos buena salud o estemos enfermos, que seamos jóvenes o viejos.

Ya les dije que si una vez han escuchado el secreto del contentamiento, les resultará fácil de recordar. El secreto es Jesucristo. Confíe en Él y siga haciéndolo en toda circunstancias; así tendrá cada vez más contentamiento en su vida.

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